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Entrevista a la escritora feminista francesa Élise Thiébaut sobre el libro Mi Sangre

En el año 2018 publicamos este magnífico ensayo denominado “Mi sangre. Pequeña historia de las reglas, de aquellas que las tienen y de aquellos que las hacen”. A propósito de la puesta en escena que una «marca» de toallitas realizó en un programa de televisión, aportamos una conversación que tuvimos las editoras (Marilina Winik y Natalia Ortiz Maldonado) con la autora.

Al momento de la publicación del libro, quisimos visibilizar el deseo activista de abolir los tabúes menstruales y así empujar una revolución menstrual en la vida cotidiana. Mi Sangre es un texto que apuesta a un recorrido por la historia de las religiones monoteístas, los mitos paganos, la biotecnología y la alquimia, pero también por la biografía de su autora, por sus vulnerabilidades y deseos.

Su autora, la francesa Élise Thiébaut, fue una ghost writer (escritora fantasma) que le cedió el nombre a otras personas y causas, fue periodista en revistas feministas y periódicos. Además, escribió para una compañía de fuegos artificiales muy famosa en Francia, y si bien no hay mucho en común entre Mi Sangre y los fuegos artificiales, se puede decir que tienen en común los mitos que se generan alrededor del mundo. Trabajó además para el Louvre y escribió durante veinte años para el subterráneo de París, contando sus historias y misterios.

Escribiste este libro a partir de una búsqueda personal: comprender cómo el patriarcado había afectado tu vida entera. En ese punto dijiste que estabas muy sorprendida por el escaso material que encontraste sobre la menstruación…

Sí. Comprendí que no tenía sentido hablar sobre la menstruación sin tratar de entender por qué y cómo se había convertido en tabú. Comencé a ver que tenía un gran significado para la humanidad y sobre todo para las mujeres y de esa manera comprendí que había sido la herramienta de opresión para instalar e implementar el patriarcado, como cualquiera puede leerlo en la Biblia. Sin embargo, la idea de narrar historias bíblicas no tenía sentido si no era para encontrar explicaciones que pudieran convertirse en herramientas que las mujeres que leyeran el libro pudieran resignificar, apropiarse del tabú y pensar a la menstruación también como una forma de liberación.

¿El sistema patriarcal nos expropia estratégicamente la menstruación?

Si te criás en un mundo donde es un hecho que las mujeres están bajo el poder de los hombres, ya estás condicionada a aceptar todas las demás heridas e injusticias. Si además pensás que estás impura, asquerosa y sos mala porque una cuarta parte de tu vida estás sangrando, estás lista para pensar que no merecés el respeto apropiado, te sentís inferior y aceptás todas las demás formas de desigualdad, incluso la del hecho de que tu cuerpo no te pertenece (lo cual es una locura en sí misma pero también conduce directamente a la esclavitud).

Creo que es hora de considerarnos a nosotrxs mismxs y a nuestros cuerpos en su complejidad, diversidad y recuperar el poder de nuestros sexos, úteros, senos, sangres, junto con nuestro querido cerebro. Entonces digo: mi cuerpo, mis reglas. Mi sangre, mis reglas.

Llama la atención el modo en el que abordás mitos, diosas e imágenes referidas a la menstruación y reescribís sus simbologías feministamente…

Me interesaron las amazonas y las diosas, así es como llegué a Artemisa (¡la cazadora y recolectora misma!) y descubrí que le ofrecieron pañuelos con la primera sangre menstrual o del posparto, en el santuario de Brauron. Leyendo acerca de Brauron, me enteré que era el lugar donde se suponía que iba a enterrar a Ifigenia. Leí su historia y me sorprendió descubrir la descripción de su sacrificio: durante la guerra de Troya, ella estaba a punto de ser asesinada por demanda de Artemisa, pero Artemisa la intercambia por una cierva. Me recordó el sacrificio de Abraham, que es el verdadero comienzo del patriarcado en la Biblia. Abraham y Sara no tuvieron hijos, eran viejos de 90 años así que, por supuesto, Sara no tenía “lo que tienen las mujeres”, pero eso no impidió que un ángel prediga el nacimiento de un hijo a los 9 meses. Lo que es interesante en esta historia es el hecho de que, como suele ocurrir en la Biblia, los profetas nacen de mujeres que no están menstruando (la Virgen ni siquiera tuvo relaciones sexuales). Entonces, al mismo tiempo, el ángel le dice a Abraham que a partir de ahora los hombres deberían tener la circuncisión, es decir: hacer que la sangre provenga de su pito. ¿Ven? Y no me digan que no les cuento un cuento de hadas!

El cristianismo también tiene toda su simbología sobre la sangre (“esta es mi sangre, este es mi cuerpo, beban y coman…”)

Debo decir que este ritual de la sangre no venía de la nada, sino que estaba relacionado con rituales antiguos donde la gente solía beber sangre menstrual para relacionarse con Dios. Hablando de diosas, detengámonos por un momento en la figura de la Virgen: ¿no te recuerda a nadie? En realidad, la Virgen María tomó símbolos de Artemisa, como… la virginidad (incluso si no es exactamente lo que creemos que era), la pureza e incluso el cinturón. Llamaron a Artemisa: la que abrió el cinturón, y tenía un cinturón, además de la Virgen. La leyenda dice que Santo Tomás (que no creía nada a menos que lo vea por sus propios ojos) no creía en la muerte de María, por lo que fue a la tumba y la vio volando por encima de las flores, enviándole su cinturón, preciosa reliquia que todavía hoy es propiedad de la iglesia ortodoxa (apodo del clero: patriarcado) en Grecia, en el Mont Athos donde ninguna mujer puede ir (¡ironía!).

En 2012, nuestro buen amigo Vladimir Puttin (ya saben, el que dice que tiene malos días pero que no es una mujer) decidió exponer este cinturón en Rusia para convencer a la gente que tenga hijos. Millones de rusxs fueron a la iglesia para ver el cinturón de la virgen. Algunos incluso murieron a causa del frío mientras esperaban afuera. En Moscú, el cinturón fue expuesto en la Catedral Christ Saint-Sauve, donde las Pussy Riot fueron a cantar haciendo una intervención en el altar sagrado (donde no está permitidos): “Oh, Virgen María, no necesitamos tu cinturón, necesitamos tu ayuda ¡para derrocar a Puttin!”.

Toallitas y tampones

En Argentina hay desigualdad menstrual, en la medida en que muchas personas no pueden acceder a los elementos básicos para una buena gestión menstrual. Pero se trata de un tema complejo, porque para el negocio menstrual las reglas son las de la industria (no te cuentan cómo realizan las toallitas ni los tampones) y, al mismo tiempo, hay mujeres que quedan fuera porque no tienen acceso. Ahora bien, ¿reclamamos el acceso a la industria o la denunciamos por tóxica?

En primer lugar, la pregunta debiera ser por la visibilidad: el hecho de que no podamos encontrar toallitas y tampones en todos lados es un problema en sí mismo (no hay en los baños públicos dispensers de tampones como si de preservativos) y es por eso que decidí mezclar activismo menstrual y la protección menstrual en mi libro. Pero visibilizar las toallitas y los tampones es solo el primer paso: cuando lo logremos entonces sí, podremos hablar sobre la impunidad que tiene la industria de la higiene menstrual. En la medida que lo visibilicemos, saldremos del lugar de la vergüenza, y podemos actuar en conjunto haciendo que la hermandad crezca por todo el mundo.

¿La “higiene menstrual” sería entonces una excusa para algo más amplio?

Una vez visibilzado el problema se vuelve necesario e interesante enfocarse en las mujeres que no tienen hogar, que padecen las guerras o en las mujeres que deben migrar, para apoyarlas cuando tienen que enfrentar, no solo la pobreza, el exilio forzado y la violencia, sino también el hecho de que no puedan cuidarse solas y corren muchos riesgos de sentirse avergonzadas o mal consideradas solo porque tienen sangre entre sus piernas.

Sé perfectamente que el factor “higiene” es una excusa para que la industria haga su trabajo de marketing, sumando a eso el sermón a la población vernácula sobre la pobreza y falta de conocimiento, pero traté de no enfocarme en esos temas, sobre India o África, por ejemplo. A veces el activismo menstrual les hace anuncios gratuitos, cosa quel intento no hace

Propuestas
En el libro aparecen propuestas concretas para llevar adelante la revolución menstrual ¿podríamos repasarlas en esta conversación?

En primer lugar, cambiar radicalmente nuestras protecciones tanto como podamos a copitas y ropa interior menstrual, toallitas reutilizables, biocompresores y tampones. Y compartir y educar sobre el flujo instintivo libre y nuestro poder para hacer frente a nuestro flujo.

En segundo lugar, reducir a cero los impuestos sobre toallitas y tampones, pero demandar que ese dinero vaya a asociaciones de acción e investigación sobre salud femenina, TCS, enfermedades ginecológicas y educación sobre el ciclo menstrual, es decir, 3 mil millones de dólares al año si aceptamos el hecho de que el mercado es de aproximadamente 30 mil millones. Controlado por la cooperativa menstrual feminista. En tercer lugar, aclarar que, no es un chiste mi apelación a la revolución menstrual. Es una revolución de hecho. Deberíamos cooperar para crear nuestras propias protecciones, seguras, gratuitas y accesibles en todas partes. El mal uso de las protecciones trae aparejado el shock toxico o la dioxina que se encuentra en las toallitas fruto de las semillas genéticamente modificadas por Monsanto pero por el otro lado, la imposibilidad del acceso a la higiene menstrual que tiene la gran mayoría de mujeres que no vive en centros urbanos y es pobre…

El tabú de la menstruación tiene muchos significados, pero uno de ellos es evitar que las mujeres conozcan y controlen su ciclo menstrual, como lo hicieron durante siglos. Conocer su ciclo puede evitar un embarazo, y puede ayudar a terminar un embarazo no deseado. Es por eso que las brujas fueron perseguidas en primer lugar, porque permitieron que las mujeres decidieran por sí mismas.

¿Creés que nuestra libertad sigue siendo un escándalo para el patriarcado tanto como en los tiempos de las brujas y curanderas?

Al silenciarnos sobre lo que vivimos cada mes, al decirnos que estamos sucias, impuras, que somos, débiles, tratan de controlar nuestro cuerpo y nuestras vidas. Supongo que hablar de la menstruación es la condición para liberar todo el resto (además de luchar contra el patriarcado es la condición para liberar a toda la humanidad). Porque si te obligan a pensar que tu madre es inferior a tu padre, aunque naciste de su cuerpo, estás entrenada para aceptar todo tipo de violencias. Reclamar nuestra sangre es el primer paso para recuperar nuestro cuerpo y tener acceso a un conocimiento real y empoderamiento acerca de nosotras mismas. Nuestro tiempo ha llegado: mi sangre, mis reglas, mi vida.

Comprá el libro Mi Sangre en nuestra web